Tal vez sea porque jamás he sido totalmente sincera con ustedes. Tal vez, no te he mirado a los ojos, no te he dicho lo mucho que te amo y lo mucho que lamento los errores que cometí. Tal vez por eso se me hace tan difícil pensar en la manera de decirte que tengo mil preguntas igual que tú, que mi corazón está afligido y confundido más que mi mente sobre estos temas tan maniáticos, soberbios o extravagantes que no me han dejado dormir en varias ocasiones. Padre, mi cobardía me impide por ahora alejarme de esa fe apresurada que te dio por tener últimamente y que no me ahoga, pero me aprisiona y pone en duda, otra vez.
Quisiera tanto pedir perdón, abrir la boca para hablar y no murmurar, dejar de asentir o negar con la cabeza, mirarte a los ojos y expresar como pocas veces, mi desacuerdo con el mundo que veo a diario. Siento que te esfuerzas por confiar en mí y porque yo confíe en ti, entiendo cuan asustado puedes estar, cuántas respuestas no tienes como yo, que necesitamos más información, más de nosotros, menos de dogmas y reglas.
Hemos perdido mucho tiempo, pero es lo que menos me importa ahora, necesito la fuerza que no me digno a tener, necesito el coraje y la valentía para mirarte a los ojos, puede ser que si que te vea de verdad, me entiendas sin palabras y no suframos tanto, después de todo, somos sangre, soy un poco de ti, y soy un poco de lo que siempre has querido ser.
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